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miércoles, 23 de noviembre de 2011

Trabajo final

Caos en la Avenida el poblado



Objetivo:

.evidenciar los índices de congestión que se presentan en esta avenida
. Crear foros y soluciones cívicas, sociales, ecológicas y culturales a esta necesidad

Introducción:

La avenida el poblado día a día es transitada por una congestionante masa de automóviles motocicletas y transeúntes, a causa de ser una de las principales avenidas de la ciudad de Medellín; este hecho nos remonta a denotar que para ser una de las principales vías de esta ciudad, cuenta con muy poca dimensión en la carretera y demasiada semaforización, lo cual a demás de producir una lenta movilidad en los vehículos, contribuye a una mayor producción de (CO1) monóxido de carbono en los vehículos, produciendo así mayor índice de contaminación en nuestra ciudad.




Conclusión:

Cuando nos dirigimos algún lugar en esta avenida, ya sea en nuestro vehículo o uno publico luchamos con un numeroso trafico en esta avenida, a causa de sus numerosas vertientes y demasiada semaforización estamos expuestos a llegar impuntualmente a nuestras labores y destinos; se puede concluir y describir este problema en unas cortas palabras “Medellín no es para tanto carro” aquí podemos deducir que una ciudad tan transitada como Medellín posee problemas de movilidad no solo en la avenida el poblado sino en sus diferentes vías principales ,pero ya se han tomado medidas y soluciones las cuales han planteado la gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Medellín como el programa de crear nuevas vías que se está llevando actualmente como la avenida de las palmas hacia el poblado yla avenida del Salvador hacia el Poblado facilitando así el trafico de la avenida al Poblado.








Lugar del proyecto:

Avenida el poblado- Medellín (Ant)

Materiales empleados:

Cámara digital, computador, hoja de block, memoria USB.







Iconos, indice, simbolos

1. ICONOS E HIPOICONOS

2.274 Un signo o representamen es un Primero que está en una relación triádica genuina tal con un Segundo, llamado su Objeto, que es capaz de hacer que un Tercero, llamado su Interpretante, asuma la misma relación triádica con su Objeto que aquella en la que está él mismo respecto al mismo Objeto. La relación triádica es genuina, esto es, sus tres miembros están vinculados por ella de una forma que no consiste en ningún complejo de relaciones diádicas. Esa es la razón por la que el Interpretante, o Tercero, no puede estar en una mera relación diádica con el Objeto, sino que debe estar con él en la misma relación que aquella en la que está el Representamen mismo. La relación triádica en la que está el Tercero tampoco puede ser meramente similar a aquella en la que está el Primero, pues esto convertiría la relación del Tercero con el Primero en una mera Segundidad degenerada. El Tercero debe en efecto estar en una relación tal, y de este modo debe ser capaz de determinar un Tercero propio; pero, además de eso, debe tener una segunda relación triádica en la que el Representamen, o más bien la relación de éste con su Objeto, será su propio Objeto (del Tercero), y debe ser capaz de determinar a un Tercero respecto a esa relación. Todo esto debe ser igualmente verdadero respecto a los Terceros de los Terceros, y así indefinidamente; y esto, y más, está implicado en la idea común de Signo; y tal y como se usa aquí el término Representamen, no está implicado nada más. Un Signo es un Representamen con un Interpretante mental. Posiblemente puede haber Representamenes que no sean Signos. De este modo si un girasol, al girar hacia el sol, llega a ser por ese mismo acto completamente capaz, sin ninguna otra condición, de reproducir un girasol que gira hacia el sol de una forma exactamente correspondiente, y de hacerlo con el mismo poder reproductivo, el girasol llegaría a ser un Representamen del sol. Pero el pensamiento es el modo de representación principal, si no el único.

2.275 La división más fundamental de los signos es en Iconos, Índices y Símbolos. A saber, aunque ningún Representamen funciona realmente como tal hasta que determina efectivamente a un Interpretante, sin embargo, llega a ser un Representamen tan pronto como es totalmente capaz de hacerlo; y su Cualidad Representativa no es necesariamente dependiente de que alguna vez determine efectivamente a un Interpretante, ni siquiera de que tenga realmente un Objeto.

2.276 Un icono es un Representamen cuya Cualidad Representativa es una Primeridad de él como un Primero. Esto es, una cualidad que tiene qua cosa hace que se adecue a ser un representamen. De este modo, cualquier cosa es adecuada para ser un Sustituto de algo a lo que se parece. (La concepción de "sustituto" implica la de propósito, y de este modo la de Terceridad genuina). Veremos si hay otras clases de sustitutos o no. Un Representamen por Primeridad sólo, puede tener únicamente un Objeto similar. De este modo, un Signo por Contraste denota a su objeto sólo en virtud de un contraste, o Segundidad, entre dos cualidades. Un signo por Primeridad es una imagen de su objeto, y más estrictamente hablando, sólo puede ser una idea, pues debe producir una idea Interpretante, y un objeto externo provoca una idea mediante una reacción sobre el cerebro. Pero más estrictamente hablando, ni siquiera una idea, excepto en el sentido de una posibilidad, o Primeridad, puede ser un Icono. Una posibilidad sola es un icono simplemente en virtud de su cualidad, y su objeto sólo puede ser una Primeridad. Pero un signo puede ser icónico, esto es, puede representar a su objeto principalmente por su semejanza, sin importar cuál sea su modo de ser. Si se requiere un sustantivo, un representamen icónico puede denominarse un hipoicono. Cualquier imagen material, como una pintura, es ampliamente convencional en su modo de representación, pero en sí misma, sin ninguna leyenda o rótulo, puede denominarse un hipoicono.

2.277 Los hipoiconos pueden dividirse de forma burda de acuerdo al modo de Primeridad del que participan. Aquellos que participan de cualidades simples, o Primeridades Primeras, son imágenes; aquellos que representan relaciones, principalmente diádicas, o consideradas así, de las partes de una cosa mediante relaciones análogas en sus propias partes, son diagramas; aquellos que representan el carácter representativo de un representamen representando un paralelismo en algo distinto, son metáforas.

2.278 El único modo de comunicar directamente una idea es por medio de un icono, y cada método indirecto de comunicar una idea debe depender, para ser establecido, del uso de un icono. Por tanto, toda afirmación debe contener un icono o conjunto de iconos, o bien debe contener signos cuyo significado sea explicable sólo mediante iconos. La idea que el conjunto de iconos (o el equivalente a un conjunto de iconos) contenido en una afirmación significa puede denominarse predicado de la afirmación.

2.279 Volviendo ahora a la evidencia retórica, es un hecho familiar que hay representaciones tales como los iconos. Cada imagen (sin importar lo convencional que sea su método) es esencialmente una representación de esa clase. También lo es todo diagrama, incluso aunque no haya parecido sensorial entre él y su objeto, sino sólo una analogía entre las relaciones de las partes de cada uno. Particularmente merecedores de atención son los iconos en los que el parecido es ayudado por reglas convencionales. De este modo, una fórmula algebraica es un icono, convertido en tal por las reglas de conmutación, asociación y distribución de los símbolos. Puede parecer a primera vista que llamar icono a una expresión algebraica es una clasificación arbitraria, que podría también, o mejor, considerarse como un signo convencional compuesto. Pero no es así, pues una gran propiedad distintiva del icono es que mediante su observación directa pueden descubrirse más verdades relativas a su objeto que aquellas que bastan para determinar su construcción. De este modo, por medio de dos fotografías puede trazarse un mapa, etc. Dado un signo convencional u otro signo general de un objeto, para deducir alguna verdad distinta a aquella que significa explícitamente, es necesario, en todos los casos, reemplazar ese signo por un icono. Esa capacidad de revelar la verdad inesperada es precisamente aquello en lo que consiste la utilidad de las fórmulas algebraicas, de modo que el carácter icónico es el que prevalece.

2.280 Que los iconos de clase algebraica, aunque normalmente muy simples, existen en todas las proposiciones gramaticales ordinarias es una de las verdades filosóficas que la lógica booleana saca a la luz. En toda escritura primitiva, como los jeroglíficos egipcios, hay iconos de clase no-lógica, los ideogramas. En la forma de habla más temprana, había probablemente un gran elemento de imitación. Pero en todas las lenguas conocidas, tales representaciones han sido reemplazadas por signos auditivos convencionales. Estos, sin embargo, son tales que solo pueden explicarse mediante iconos. Pero en la sintaxis de cada lengua hay iconos lógicos de los que son ayudados por reglas convencionales.

2.281 Las fotografías, especialmente las fotografías instantáneas, son muy instructivas, porque sabemos que en ciertos aspectos son exactamente como los objetos que representan. Pero este parecido es debido a que las fotografías han sido producidas bajo circunstancias tales que estaban físicamente forzadas a corresponder punto por punto con la naturaleza. En ese aspecto entonces pertenecen a la segunda clase de signos, aquellos por conexión física. El caso es diferente si supongo que las cebras son probablemente obstinadas, o animales desagradables de otra manera, porque parecen tener una semejanza general con los burros, y los burros son tercos. Aquí el burro sirve precisamente como una semejanza probable de la cebra. Es verdad que suponemos que la semejanza tiene una causa física en la herencia; pero, entonces, esa afinidad hereditaria sólo es en sí misma una inferencia a partir del parecido entre los dos animales, y no tenemos (como en el caso de la fotografía) ningún conocimiento independiente acerca de las circunstancias de la producción de las dos especies. Otro ejemplo del uso de un parecido es el diseño que hace un artista de una estatua, composición pictórica, construcción arquitectónica o pieza decorativa, mediante cuya contemplación puede averiguar si lo que se propone será bello y satisfactorio. La cuestión planteada se responde de este modo casi con certeza, porque tiene que ver con cómo será afectado el artista mismo. Se encontrará que el razonamiento de los matemáticos gira principalmente sobre el uso de los parecidos, que son las bisagras mismas de las puertas de su ciencia. La utilidad de los parecidos para los matemáticos consiste en que sugieren de una forma muy precisa nuevos aspectos de supuestos estados de cosas.

2.282 Muchos diagramas no se parecen en absoluto a sus objetos en la apariencia; sus parecidos consisten sólo en las relaciones de sus partes. De este modo, podemos mostrar la relación entre las diferentes clases de signos mediante una llave:

Signos:

Iconos

Índices

Símbolos

Esto es un icono. Pero el único aspecto en el que se parece a su objeto es en que la llave muestra que las clases de iconos, índices y símbolos han de estar relacionadas unas con otras y con la clase general de signos, como realmente lo están, de una forma general. Cuando en álgebra escribimos ecuaciones una debajo de otra en un orden regular, especialmente cuando ponemos letras parecidas para coeficientes correspondientes, ese orden es un icono. Éste es un ejemplo:

a [1]x + b[1]y = n[1],

a[2]x + b[2]y = n[2].

Este es un icono en tanto que hace que parezcan semejantes las cantidades que están en relaciones análogas con el problema. De hecho, toda ecuación algebraica es un icono en tanto que exhibe por medio de los signos algebraicos (que en sí mismos no son iconos), las relaciones de las cantidades implicadas.

Puede cuestionarse si todos los iconos son semejanzas o no. Por ejemplo, si se exhibe un hombre bebido para mostrar, por contraste, la excelencia de la templaza, eso es ciertamente un icono, pero puede dudarse si es o no una semejanza. La cuestión parece algo trivial.

2. ÍNDICES GENUINOS Y DEGENERADOS

2.283 Un Índice o Sema es un Representamen cuyo carácter Representativo consiste en que es un segundo individual. Si la Segundidad es una relación existencial, el Índice es genuino. Si la Segundidad es una referencia, el Índice es degenerado. Un Índice genuino y su Objeto deben ser individuos existentes (ya sean cosas o hechos), y su Interpretante inmediato debe ser del mismo carácter. Pero, ya que todo individuo debe tener caracteres, se sigue que un Índice genuino puede contener una Primeridad, y de este modo un Icono, como una parte constituyente de él. Todo individuo es un Índice degenerado de sus propios caracteres.

2.284 Los subíndices o hiposemas son signos que se convierten en tales principalmente por su conexión real con los objetos. De este modo, un nombre propio, demostrativo personal o pronombre relativo, o la letra asignada a un diagrama, denotan lo que denotan debido a una conexión real con su objeto, pero ninguno de ellos es un Índice, ya que no son individuos.

2.285 Examinemos algunos ejemplos de índices. Veo un hombre que camina balanceándose. Esa es una indicación probable de que es marinero. Veo un hombre con las piernas arqueadas con pantalones de pana, polainas y chaqueta. Esas son indicaciones probables de que es un jinete o algo por el estilo. Un reloj de sol o un reloj normal indican la hora del día. Los geómetras señalan con letras las diferentes partes de sus diagramas y luego usan esas letras para indicar esas partes. Las letras son usadas de forma similar por abogados y por otras personas. De este modo, decimos, si A y B están casados uno con otro y C es su hija mientras que D es hermano de A, entonces D es tío de C. Aquí A, B, C y D cumplen la función de pronombres relativos, pero son más convenientes puesto que no requieren una colocación especial de las palabras. Un golpe en la puerta es un índice. Cualquier cosa que centra la atención es un índice. Cualquier cosa que nos sobresalta es un índice, en tanto que señala la unión entre dos porciones de la experiencia. De este modo una explosión tremenda indica que algo considerable sucede, aunque no sepamos exactamente cuál es el evento, pero puede esperarse que se conecte con alguna otra experiencia.

2.286 Un barómetro bajo con un aire húmedo es un índice de lluvia. Esto es, suponemos que las fuerzas de la naturaleza establecen una conexión probable entre el barómetro bajo con aire húmedo y la lluvia que viene. Una veleta es un índice de la dirección del viento porque en primer lugar toma realmente la misma dirección que el viento, de modo que hay una conexión real entre ellos y, en segundo lugar, estamos constituidos de tal modo que, cuando vemos una veleta señalando en una cierta dirección, nuestra atención se centra en esa dirección y, cuando vemos la veleta girando con el viento, somos forzados por la ley de la mente a pensar que esa dirección está conectada con el viento. La estrella polar es un índice, o un dedo que señala, que nos muestra cuál es el norte. Un nivel de aire o una fluctuación del plomo es un índice de la dirección vertical. Una vara para medir una yarda podría parecer a primera vista un icono de una yarda, y así sería si simplemente se pretendiera mostrar una yarda tanto como puede verse y estimarse que es una yarda. Pero el propósito mismo de una vara de una yarda es mostrar una yarda más allá de lo que puede estimarse por su apariencia. Eso lo hace como consecuencia de una comparación mecánica exacta hecha con la barra que está en Londres y que se denomina la yarda. De este modo, es una conexión real la que da a la barra de una yarda su valor como representamen, y por lo tanto es un índice y no un mero icono.

2.287 Cuando un cochero exclama "¡Eh!" para atraer la atención de un peatón y hacer que se salve, en tanto que esa es una palabra significativa, es, como se verá más abajo, algo más que un índice; pero en tanto que su finalidad es simplemente actuar sobre el sistema nervioso del que escucha y hacer que salga del camino, es un índice, porque sirve para ponerle en conexión real con el objeto, que es su situación relativa respecto al caballo que se aproxima. Supongamos que dos hombres se encuentran en un camino y uno de ellos le dice al otro, "la chimenea de esa casa está encendida". El otro mira a su alrededor y descubre una casa con persianas verdes y una galería que tiene una chimenea humeando. Camina unas pocas millas y encuentra a un segundo viajero. Como un Simón el Simple le dice, "la chimenea de esa casa está encendida". " ¿Qué casa?", le pregunta el otro. "¡Oh!, una casa con persianas verdes y una galería", replica el simple. " ¿Dónde está la casa?", pregunta el extraño. Desea algún índice que conecte su comprensión con la casa significada. Las palabras solas no pueden hacer eso. Los pronombres demostrativos "esto" y "eso" son índices, pues invitan al oyente a usar sus poderes de observación y a establecer así una conexión real entre su mente y el objeto; y si el pronombre demostrativo hace eso —sin lo cual no se comprende su significado— va a establecer tal conexión y por lo tanto es un índice. Los pronombres relativos, "quien" y "que", demandan actividad de observación de una manera muy parecida, sólo que con ellos la observación ha de dirigirse a las palabras que van antes. Los abogados usan A, B y C prácticamente como pronombres relativos muy efectivos. Para mostrar lo efectivos que son podemos señalar que los Sres. Allen y Greenough en su admirable Gramática latina (aunque demasiado breve en la edición de 1977), declaran que ninguna sintaxis concebible podría hacer desaparecer del todo la ambigüedad de la siguiente frase, "A respondió a B que él pensó que C (su hermano) era más injusto con él que con su propio amigo". Ahora bien, cualquier abogado afirmaría eso con perfecta claridad, usando A, B y C como relativos de la siguiente manera:

(A)

A contestó a B que él (B), pensó que C

(de A) (A)

(su hermano (de B)) era más injusto consigo mismo, (B) que con su

(de A)

propio amigo (de B)

(de C)

Las terminaciones que en cualquier lenguaje declinativo se añaden a las palabras "gobernadas" por otras palabras, y que sirven para mostrar cuál es la palabra que gobierna repitiendo lo que se expresa en algún otro lugar de la misma manera, son de esa manera índices del mismo carácter que el pronombre relativo. Cualquier fragmento de poesía latina ilustra esto, como por ejemplo la frase de doce líneas que comienza "Jam satis terris". Tanto en esas terminaciones como en A, B y C se confía en una semejanza para dirigir la atención al objeto correcto. Pero esto no les convierte en iconos de ninguna manera importante, pues no tiene importancia cuál sea la forma de las letras A, B y C o cuáles sean las terminaciones. La circunstancia importante no es meramente que una ocurrencia de una A sea como una ocurrencia anterior, sino que se comprenda que letras semejantes estarán por la misma cosa, y esto actúa como una fuerza que dirige la atención desde una ocurrencia de A a la anterior. Un pronombre posesivo es un índice de dos maneras: primero indica al poseedor y, segundo, tiene una modificación que sintácticamente dirige la atención a la palabra que denota la cosa poseída.

2.288 Algunos índices son instrucciones más o menos detalladas de lo que el oyente ha de hacer para ponerse en conexión experiencial directa o en otra conexión con la cosa significada. Así por ejemplo, el Servicio de Guardacostas edita "Avisos a los marineros", dando la latitud y longitud, cuatro o cinco puntos de referencia de objetos prominentes etc. y diciendo que hay una roca, banco de arena, boya o baliza. Aunque habrá otros elementos en tales instrucciones, sin embargo son principalmente índices.

2.289 Junto con tales instrucciones indéxicas de qué hacer para encontrar el objeto significado, deberían clasificarse esos pronombres que se denominarían pronombres selectivos [o cuantificadores] porque informan al oyente de cómo ha de elegir uno de los objetos propuestos, pero que los gramáticos denominan con la tan indefinida designación de pronombres indefinidos. Dos variedades de estos son particularmente importantes en lógica, los selectivos universales tales como quivis, quilibet, quisquam, ullus, nullus, nemo, quisque, uterque, y en castellano "algún", "cada", "todo", "no", "ningún", "cualquier cosa", "cualquiera", "todo", "alguien", "nadie". Estos significan que el oyente tiene libertad para elegir cualquier caso que quiera dentro de los límites expresados o comprendidos, y la afirmación ha de aplicarse a ese caso. La otra variedad lógicamente importante consiste en los selectivos particulares, quis, quispiam, nescio, quis, aliquis, quidam y en castellano "algo", "alguno", "alguien", "un", "cierto", "uno u otro", "adecuado", "uno".

Junto con los pronombres anteriores están expresiones tales como "todos menos uno", "uno o dos", "unos pocos", "casi todos", "todos los demás", etc. Junto con los pronombres han de clasificarse los adverbios de lugar y tiempo, etc.

No muy diferentes a estos son "el primero", "el último", "el séptimo", "dos tercios de", "miles de", etc.

2.290 Otras palabras indéxicas son las preposiciones y frases preposicionales, tales como "a la derecha (o a la izquierda) de". Derecha e izquierda no pueden distinguirse mediante ninguna descripción general. Otras preposiciones significan relaciones que, quizá, pueden describirse, pero cuando se refieren, como hacen con más frecuencia de lo que se supondría, a una situación relativa al lugar y actitud del hablante (observados o que se supone que son conocidos experimentalmente) respecto a los del oyente, entonces el elemento indéxico es el elemento dominante.

2.291 Los iconos y los índices no afirman nada. Si un icono pudiera interpretarse mediante una frase, esa frase debería estar en un "modo potencial", esto es, meramente diría, "supón que una figura tiene tres lados", etc. Si un índice se interpretara así, el modo debería ser imperativo o exclamativo , como "¡mira ahí!" o "¡cuidado!". Pero la clase de signos que vamos a considerar ahora están, por naturaleza, en el modo "indicativo" o, como debería llamarse, declarativo. Por supuesto, pueden servir para la expresión de algún otro modo, ya que podemos declarar que las afirmaciones son dudosas, o meras interrogaciones, o requeridas imperativamente.

3. LA NATURALEZA DE LOS SÍMBOLOS

2.292 Un Símbolo es un Representamen cuyo carácter Representativo consiste precisamente en que es una regla que determinará su Interpretante. Todas las palabras, frases, libros y otros signos convencionales son Símbolos. Hablamos de escribir o pronunciar la palabra "hombre", pero es sólo una réplica, o encarnación de la palabra, que se pronuncia o se escribe. La palabra en sí misma no tiene ninguna existencia, aunque tiene un ser real que consiste en el hecho de que los existentes se conformarán a ella. Es un modo general de sucesión de seis sonidos o representamenes de sonidos que llegan a ser un signo sólo por el hecho de que un hábito, o ley adquirida, hará que sus réplicas sean interpretadas como significando un hombre u hombres. La palabra y su significado son ambas reglas generales, pero, de las dos, sólo la palabra prescribe las cualidades de sus réplicas en sí mismas. De otro modo la "palabra" y su "significado" no difieren, a menos que se otorgue a "significado" algún sentido especial.

2.293 Un Símbolo es una ley o regularidad del futuro indefinido. Su Interpretante debe ser de la misma descripción, y así debe ser también el Objeto inmediato completo, o significado. Pero una ley gobierna necesariamente, o "es encarnada en", individuos, y prescribe algunas de sus cualidades. En consecuencia, un constituyente de un Símbolo puede ser un Índice, y un constituyente puede ser un Icono. Un hombre que camina con un niño levanta su brazo en el aire y dice, "allí hay un globo". El brazo que señala es una parte esencial del símbolo, sin la cual éste no transmitiría ninguna información. Pero si el niño pregunta, "¿qué es un globo?", y el hombre responde, "es algo parecido a una gran pompa de jabón", convierte a la imagen en una parte del símbolo. De este modo, mientras que el objeto completo de un símbolo, es decir, su significado, es de la naturaleza de una ley, debe denotar algo individual y debe significar un carácter. Un símbolo genuino es un símbolo que tiene un significado general. Hay dos clases de símbolos degenerados, el Símbolo Singular cuyo objeto es un individual existente, y que significa sólo esos caracteres que como individual puede realizar, y el Símbolo Abstracto, cuyo único Objeto es un carácter.

2.294 Aunque el Interpretante inmediato de un Índice debe ser un Índice, sin embargo, ya que su Objeto puede ser el Objeto de un Símbolo Individual [Singular], el Índice puede tener un Símbolo tal como su Interpretante indirecto. Incluso un Símbolo genuino puede ser un Interpretante imperfecto de él. De modo que un icono puede tener un Índice degenerado, o un Símbolo Abstracto, como Interpretante indirecto, y un Índice genuino o Símbolo como Interpretante imperfecto.

2.295 Un Símbolo es un signo naturalmente adecuado para declarar que el conjunto de objetos que es denotado por cualquier conjunto de índices que pueda vincularse con él de distintas maneras es representado por un icono asociado con él. Para mostrar lo que significa esta complicada definición, tomemos como ejemplo de símbolo la palabra "amó". Asociada a esta palabra hay una idea, que es el icono mental de una persona que ama a otra. Ahora bien, hemos de entender que "amó" ocurre en una frase, pues lo que pueda significar por sí misma, si es que significa algo, no es la cuestión. Dejemos entonces que la frase sea "Ezequiel amó a Hulda". Ezequiel y Hulda, entonces, deben ser o contener índices, pues sin índices es imposible designar aquello de lo que uno está hablando. Cualquier mera descripción dejaría incierto si serían meros personajes de una canción. Pero lo sean o no, los índices pueden designarlos. Ahora bien, el efecto de la palabra "amó" es que el par de objetos denotados por el par de índices Ezequiel y Hulda es representado por el icono o por la imagen que tenemos en nuestras mentes de un amante y su amado.

2.296Lo mismo es igualmente verdadero de cada verbo en modo indicativo y por supuesto de todo verbo, pues los otros modos son meramente declaraciones de un hecho algo diferente del expresado por el modo indicativo. En cuanto al nombre, teniendo en cuenta el significado que tiene en la frase y no en tanto que está por sí mismo, se considera más convenientemente como una porción de un símbolo. De este modo la frase, "todo hombre ama a una mujer" es equivalente a "cualquier cosa que sea un hombre ama algo que es una mujer". Aquí "cualquier cosa" es un índice selectivo universal, "es un hombre" es un símbolo, "ama" es un símbolo, "algo que" es un índice selectivo particular, y "es una mujer" es un símbolo.

2.297 La palabra Símbolo tiene tantos significados que sería un perjuicio para el lenguaje añadir uno nuevo. No creo que la significación que le otorgo, la de un signo convencional, o una que depende del hábito (adquirido o innato), sea tanto un nuevo significado como una vuelta al significado original. Etimológicamente debería significar una cosa unida, así como émbolo (embolum) es una cosa que entra en algo, un pasador, y parábola (parabolum) es una cosa arrojada, seguridad colateral, e hipóbolo (hypobolum) es una cosa arrojada debajo, un regalo prenupcial. Se dice usualmente que en la palabra símbolo el unirse debe entenderse en el sentido de "conjeturar"; pero si ese fuera el caso encontraríamos que, por lo menos a veces, significa una conjetura, un significado que puede buscarse en vano en toda la literatura. Pero los griegos usaron "unir" (symballein) muy frecuentemente para significar el hacer un contrato o convenio. Ahora bien, con frecuencia y desde antiguo encontramos símbolo (symbolon) usado para significar un contrato o convenio. Aristóteles llama al nombre un "símbolo", esto es, un signo convencional. En griego, la fogata que se enciende para avisar es un "símbolo", esto es, una señal sobre la que se está de acuerdo; una bandera o estandarte es un "símbolo"; un santo y seña es un "símbolo"; un distintivo es un "símbolo"; el credo de una iglesia se llama "símbolo" porque sirve como distintivo o dogma; una entrada de teatro se llama "símbolo"; cualquier vale o cheque que le autoriza a uno a recibir algo es un "símbolo". Más aún, cualquier expresión de sentimiento se llama un "símbolo". Esos eran los principales significados de la palabra en el lenguaje original. El lector juzgará si son suficientes para sostener mi afirmación de que no estoy distorsionando seriamente la palabra al emplearla como me propongo hacer.

2.298 Cualquier palabra ordinaria como "dar", "pájaro", "matrimonio" es un ejemplo de símbolo. Es aplicable a cualquier cosa que se encuentre que realiza la idea conectada con la palabra. En sí misma, no identifica a esas cosas. No nos muestra un pájaro, ni realiza delante de nosotros una donación o un matrimonio, pero supone que somos capaces de imaginar esas cosas y que hemos asociado la palabra con ellas.

2.299 En los tres órdenes de signos, Icono, Índice, Símbolo, puede señalarse una progresión regular de uno, dos, tres. El icono no tiene conexión dinámica con el objeto que representa; simplemente sucede que sus cualidades se parecen a las de ese objeto, y provocan sensaciones análogas en la mente para la que es una semejanza. Pero realmente permanece sin conexión con ellas. El índice está conectado físicamente con su objeto; hacen un par orgánico, pero la mente que lo interpreta no tiene nada que ver con esa conexión, excepto señalarla una vez establecida. El símbolo se conecta con su objeto en virtud de la idea de la mente que usa símbolos, sin la que no existiría ninguna conexión.

2.300 Toda fuerza física reacciona entre un par de partículas, cada una de las cuales puede servir como índice de la otra. Por otra parte, encontraremos que cada operación intelectual implica una tríada de símbolos.

2.301 Un símbolo, como hemos visto, no puede indicar ninguna cosa particular, denota una clase de cosas. No sólo eso, sino que es en sí mismo una clase y no una cosa singular. Puedes escribir la palabra "estrella", pero eso no te convierte en creador de la palabra, ni tampoco si la borras has destruido la palabra. La palabra vive en las mentes de aquellos que la usan. Incluso si están todos dormidos, existe en su memoria. De modo que podemos admitir, si existe razón para hacerlo, que los generales son meras palabras, sin decir en absoluto, como Ockham suponía, que son realmente individuos.

2.302 Los símbolos crecen. Llegan a ser por desarrollo a partir de otros signos, particularmente de los iconos, o de signos mixtos que participan de la naturaleza de los iconos y de los símbolos. Pensamos sólo en signos. Esos signos mentales son de naturaleza mixta. Sus partes simbólicas se llaman conceptos. Si un hombre hace un nuevo símbolo, es a través de pensamientos que envuelven conceptos. De modo que un nuevo símbolo puede crecer sólo a partir de símbolos. Omne symbolum de symbolo. Un símbolo, una vez que es, se extiende entre las gentes. En el uso y en la experiencia, su significado crece. Palabras tales como fuerza, ley, riqueza, matrimonio, tienen para nosotros significados muy diferentes de aquellos que tenían para nuestros bárbaros antepasados. El símbolo puede decirle al hombre, como la esfinge de Emerson:

De tu ojo soy la pupila.

4. SIGNO:

2.303 Algo que hace que alguna otra cosa (su interpretante) se refiera a un objeto al que él mismo se refiere (su objeto) de la misma manera, el interpretante llegando a ser a su vez un signo, y así hasta el infinito.

Sin duda, la consciencia inteligente debe entrar en la serie. Si la serie de interpretantes sucesivos llega a un final, el signo es por eso considerado al menos como imperfecto. Si una idea interpretante, habiendo sido determinada en una consciencia individual, no determina ningún signo exterior, sino que esa consciencia llega a ser aniquilada o pierde de otra manera toda memoria o cualquier otro efecto significante del signo, llegará a ser absolutamente imposible descubrir que alguna vez hubo tal idea en esa consciencia; y en ese caso es difícil ver cómo podría tener algún significado decir que esa consciencia tuvo alguna vez la idea, puesto que el decirlo sería un interpretante de esa idea.

2.304 Un signo es o bien un icono, un índice o un símbolo. Un icono es un signo que poseería el carácter que le convierte en significante incluso aunque su objeto no existiera, así como una raya de lápiz representa una línea geométrica. Un índice es un signo que perdería al instante el carácter que le convierte en signo si su objeto desapareciera, pero no perdería ese carácter si no hubiese interpretante. Tal, por ejemplo, es un trozo de madera con un orificio de bala en él como señal de disparo, pues sin disparo no habría habido orificio. Pero hay un orificio ahí, tenga alguien el buen sentido de atribuírselo a un disparo o no. Un símbolo es un signo que perdería el carácter que lo convierte en signo si no hubiera interpretante. Tal es cualquier expresión de habla que significa lo que significa sólo en virtud de que se comprende que tiene esa significación.

5. ÍNDICE:

2.305 Un signo, o representación que se refiere a su objeto no tanto a causa de alguna similaridad o analogía con él, ni tampoco a causa de que esté asociado con caracteres generales que de hecho ese objeto posee, sino porque está en conexión dinámica (incluida una conexión espacial) tanto con el objeto individual, por una parte, como con los sentidos o memoria de la persona para la que funciona como signo, por otra parte.

Ningún hecho concreto puede afirmarse sin el uso de algún signo que sirva como índice. Si A le dice a B, "hay fuego", B preguntará, "¿dónde?". Por lo tanto A está obligado a recurrir a un índice, incluso aunque sólo se esté refiriendo a algún lugar en el universo real, pasado y futuro. De otro modo, sólo ha dicho que hay una idea tal como el fuego, lo que no proporcionaría ninguna información, pues a menos que fuera ya conocida, la palabra "fuego" sería ininteligible. Si A señala con su dedo el fuego, su dedo está conectado dinámicamente con el fuego, tanto como si una alarma de incendios automática lo hubiera vuelto directamente en esa dirección, mientras que también fuerza a los ojos de B a volverse en esa dirección, a que ponga su atención en eso y a que su entendimiento reconozca que su pregunta ha sido respondida. Si la respuesta de A es "a mil yardas de aquí", la palabra "aquí" es un índice, pues tiene exactamente la misma fuerza que si hubiera señalado enérgicamente al suelo entre B y él. Más aún, la palabra "yarda", aunque está por un objeto de clase general, es indirectamente indéxica, ya que los mismos palos para medir una yarda son signos del modelo parlamentario, y eso no porque tengan cualidades similares, pues todas las propiedades pertinentes de una barra pequeña son, hasta donde podemos percibir, las mismas de una grande, sino porque cada una de ellas ha sido real o virtualmente llevada hasta el prototipo y sujeta a ciertas operaciones dinámicas, mientras que la fuerza asociativa trae a nuestras mentes, cuando vemos una de ellas, varias experiencias, y nos lleva a considerarlas como relacionadas con una longitud fija, aunque puede que no hayamos reflexionado acerca de que ese modelo es una barra material. Las consideraciones anteriores pueden llevar al lector a suponer que los índices hacen referencia exclusiva a objetos de experiencia, y que no habría uso para ellos en la matemática pura, tratando, como hacen, con creaciones ideales, sin considerar si se realizan en algún lugar o no. Pero las construcciones imaginarias del matemático, e incluso los sueños, se aproximan tanto a la realidad como para tener un cierto grado de fijeza, y como consecuencia de él pueden ser reconocidos e identificados como individuos. En resumen, hay una forma degenerada de observación que se dirige a las creaciones de nuestras propias mentes, usando la palabra observación en su sentido pleno, es decir, implicando algún grado de fijeza y quasi-realidad en el objeto al que tratan de conformarse. En consecuencia, encontramos que los índices son absolutamente indispensables en matemáticas, y hasta que se comprendió esta verdad todos los esfuerzos para reducir a reglas la lógica de las relaciones triádicas y mayores falló, mientras que, tan pronto como fue comprendida, el problema se solucionó. Las letras ordinarias del álgebra que no presentan ninguna peculiaridad son índices. También lo son las letras A, B, C, etc. asociadas a figuras geométricas. Los abogados y otras personas que tienen que explicar un asunto complicado con precisión recurren a las letras para distinguir a los individuos. Las letras usadas así son meros pronombres relativos mejorados. De este modo, mientras que los pronombres demostrativos y personales son, tal y como se usan ordinariamente, "índices genuinos", los pronombres relativos son "índices degenerados", pues aunque pueden referirse accidental e indirectamente a cosas existentes, se refieren directamente, y sólo necesitan referirse, a las imágenes en la mente que las palabras previas han creado.

2.306 Los índices pueden distinguirse de otros signos o representaciones por tres señales características: primera, que no tienen ninguna semejanza significante con sus objetos; segunda, que se refieren a individuos, a unidades singulares, a colecciones de unidades singulares, o a continuos singulares; tercera, que dirigen la atención a sus objetos por fuerza ciega. Pero sería difícil, si no imposible, tomar un caso de un índice absolutamente puro, o encontrar algún signo absolutamente privado de cualidad indéxica. Psicológicamente la acción de los índices depende de la asociación por contigüidad, y no de la asociación por semejanza o de operaciones intelectuales.

6. SÍMBOLO:

2.307 Un signo que se constituye como signo mera o principalmente por el hecho de que es usado y comprendido como tal, ya sea el hábito natural o convencional, y sin considerar los motivos que originalmente gobernaron su selección.

Aristóteles usa Symbolon en este sentido muchas veces en el Peri hermeneias, en el Sophistici Elenchi y en otros lugares.

2.308 THEMA: una palabra propuesta en 1635 por Burgersdicio [Burgerdijk] en su Lógica (I, ii, parágrafo 1) para aquello "quod intellectui cognoscendum proponi potest", pero lo que parece que él quiere decir es lo que Aristóteles en ocasiones expresa vagamente por logos, el objeto inmediato de un pensamiento, un significado.

Es de la naturaleza de un signo, y en particular de un signo que llega a ser significante por un carácter que reside en el hecho de que será interpretado como signo. Por supuesto nada es un signo a menos que sea interpretado como signo, pero el carácter que hace que sea interpretado como refiriéndose a su objeto puede ser uno que podría pertenecerle con independencia de su objeto y aunque ese objeto no hubiera existido nunca, o puede estar en una relación respecto a su objeto que sería exactamente la misma si fuera interpretado como signo o no. Pero el thema de Burgersdicio parece ser un signo que, como una palabra, está conectado con su objeto por una convención de que se entenderá así, o más bien por un instinto natural o acto intelectual que lo toma como representativo de su objeto sin que tenga lugar necesariamente ninguna acción que pudiera establecer una conexión fáctica entre signo y objeto. Si éste era el significado de Burgersdicio, su thema es lo mismo que el "símbolo" del presente escritor.





Semiotica

¿Qué es la semiótica? Es una pregunta que muchos diseñadores y publicistas se hacen en sus años universitarios, cuando cursan una materia que, dependiendo del profesor puede ser apasionante o asquerosamente aburrida.

semiotica-connotacionPrimero déjenme decirles… si no saben semiótica no se preocupen, seguirán siendo diseñadores y podrán laborar sin problema; sin embargo, si aprenden semiótica, accederán a un nuevo nivel de conocimiento, un nivel desde donde los gráficos, publicitarios o no, ya no se ven de la misma manera. Después de estudiar semiótica, muchos de los festivales de diseño y publicidad pierden sentido porque es posible notar que se premia lo fancy y no lo funcional. Después de estudiar semiótica pensarás que muchos de los “creativos” greñudos que abundan en las agencias y se creen muy cool porque tienen chispa, son sólo tipos divertidos e ingeniosos pero sin un ápice de entendimiento de los porqués en las ideas. Estudiar semiótica indudablemente te hace mejor diseñador, publicista y mercadólogo.

¿Qué es la semiótica? La definición más objetiva aunque para muchos, también más árida, es que se trata simplemente de el estudio de los signos; lo que nos remonta a la pregunta ¿Qué es un signo? Y allí la respuesta es “cualquier cosa”. Nosotros mismos estamos llenos de signos, nuestra ropa, nuestros autos, nuestros gadgets, nuestro lenguaje, todo… ¿Por qué? Porque no hay nada desprovisto de sentido, todo tiene significado.

En este contexto yo diría que semiótica sí, es el estudio de los signos… sin embargo, saber semiótica es saber manipular los signos para transmitir un mensaje.

Un signo tiene tres niveles: sintáctico, semántico y pragmático.

Una mascada, en el nivel sintáctico podría ser un simple pedazo de tela vaporosa de 50×50 cms. Este nivel destaca la parte formal del signo, su nivel estructural.

En el nivel semántico, una mascada sería un accesorio de corte femenino utilizado para combinar o destacar con la ropa. El signo adquiere significado.

En el tercer nivel, el pragmático, una mascada puede indicar lujo, sensualidad o elegancia. El signo adquiere connotación.

En este contexto, comprender y saber manipular los signos es la tarea fundamental de todo diseñador, publicista o mercadólogo, entendiendo que todo, en el mundo de la imagen, se presenta en un contexto determinado y es modelado por ese contexto.

semiotica-de-la-publicidadEn este extraordinario anuncio de CEMEX, a nivel sintáctico se trata de una composición regular que favorece la uniformidad de sus elementos; una fotografía policromática y un logotipo en su zona superior derecha. A nivel semántico hablamos de una emisión publicitaria para CEMEX, un anuncio de la cementera mexicana para vender mezcla de secado rápido. Finalmente, en el tercer nivel, el pragmático, abordamos la retórica de la imagen y entonces podemos connotar que el producto ofrecido realmente seca a una velocidad sin precedente; esto gracias a la hipérbole manejada (figura retórica que implica la exageración por excelencia) y a la metonimia efecto-causa (figura en donde se muestra el resultado y se infiere la causa del mismo.)

Como se puede deducir por el breve análisis anterior, la parte más fascinante para un diseñador o publicista es aquella relacionada con la retórica de la imagen. Figuras retóricas existen una infinidad y sería imposible aprenderlas todas, sin embargo, conocer las principales puede ofrecer herramientas muy poderosas para modelar un mensaje.

Hace años escribí un análisis de la publicidad de Absolut Vodka basado en figuras retóricas, pueden echarle un ojo para comprender los alcances de dominar la retórica, disciplina que desde los tiempos griegos, tiene como objetivo la persuasión.

De modo que la próxima vez que piense que la semiótica es una pérdida de tiempo, cuestiónese a sí mismo, si quiere ser un creativo de primer nivel… o uno de los que normalmente trabajan de acuerdo a su gusto, a lo que simplemente manda el brief o peor aún… a lo que creen que funciona.



Mas allá del ver esta el mirar

El ver es natural, inmediato, indeterminado, sin intención; el mirar, en cambio, es cultural, mediato, determinado, intencional. Con el ver se nace; el mirar hay que aprenderlo. El ver depende del ángulo de visión de nuestros ojos, el mirar está en directa relación con nuestra forma de socialización, con la calidad de nuestros imaginarios, con todas las posibilidades de nuestra memoria.

El ver busca cosas; el mirar, sentidos.

Toda mirada configura, da nueva figuración. La mirada es la primera manifestación artística del hombre; un arreglar el mundo. La mirada es ya principío estético.

El hombre abrió los ojos y vió muchos seres, muchas cosas... lo que anhelaba ver y no encontraba, lo que ansiaba tener y no veía, lo convirtió en mirada. Lo hizo obra suya.

Del ver no proviene la belleza; es al mirar a quien le corresponde la gestación, el anhelo de lo perfecto. Las formas artísticas son, de por sí, miradas. Armonía, proporción, equilibrio, son estrategias del mirar; creaciones, símbolos de una antigua batalla entre la especie y la historia; una lucha entre lo dado y lo creado.

Un mirador es un sibarita: usa sus ojos para hacer espectacular lo que ve. El mirador convierte, transforma lo inmediato (visto por el mirón) en mediatez; lo obvio en obtuso, diría Barthes. Un mirador dispone, arregla, ilumina, agrega, superpone, maquilla, oscurece, emborrona, se acerca, se aleja... Un mirador de gusta, cata, rumia lo que el mirón traga con premura. Un mirador estudia, tiene un estudio; el mirón -por su afán y su pereza- se contenta con que otros le presten o le hagan la tarea. Un mirón no participa del juego; el mirador es un jugador.

El mirón es morboso; el mirador, erótico. El mirón busca la satisfacción rápida del placer; el mirador la lenta y nunca abarcable piel del goce. Por eso el mirón se aburre con facilidad, y de allí también la necesidad de nuevas cosas para ver; el mirador nunca se cansa de mirar el mismo cuerpo, la misma figura, el mismo rostro. Un mirador descubre nuevos tintes, nuevas formas; otras sombras, otros gestos. El mirador nos revela lo que el mirón apenas reconoce.

Un mirador, además de ser una persona, es un lugar. Como el señor Palomar, ese personaje de Italo Calvino, meticuloso, atento, exquisito; ese explorador de la mirada que podía leer una ola, una estrella, los amores de las tortugas o la piel de las iguanas. El señor Palomar, mirador de la luna de la tarde, la luna que nadie mira y que necesita mirarse "puesto que su existencia está todavía en veremos". El señor Palomar, mirador insigne que, desde una terraza, desliza miradas de pájaro sobre la ciudad:

"La forma verdadera de la ciudad está en ese subir y bajar de los techos, tejas viejas y nuevas, acanaladas y chatas, cumbreras gráciles o pesadas, pérgolas de cañizo y cobertizos de fibrocemento ondulado, barandillas, columnitas que sostienen macetas, albercas de chapa, tragaluces, lumbreras de vidrio, y sobre todas las cosas se alza la arboladura de las antenas de televisión, derechas o torcidas, esmaltadas u oxidadas, en modelos de generaciones sucesivas, diversamente ramificadas y retorcidas y aisladas, pero todas flacas como esqueletos e inquietantes como totems".

Hay una serie de miradas que quitan la vida y otras que la restituyen. Miradas que matan; miradas que alientan. Miradas que aplastan, imposibilitan, encarcelan, intimidan o nos dejan ciegos. La otra clase de miradas son las que vivifican, las que nos dan un nuevo aire, una esperanza. Miradas livianas éstas, imperceptibles, sutiles. Miradas que son como aire, como brisa; miradas aladas, miradas liberadoras y liberatorias.

Miramos desde lo que somos. "Todo es según el color del cristal con que se mira", dice un adagio. Es imposible, por lo mismo, encontrar sentidos fuera, si no los hay primero dentro de nosotros. Un ritmo pictórico, una forma exquisita, un gesto imperceptible, no cobran sentido sin un ojo educado, sin un ojo cuidadoso capaz de mirarlos: "un ángel sólo puede estar en la mirada de quien lo descubre". Digamos que hay grados en la mirada; desde la más obvia, la más cercana al mero ejercicio de ver, hasta la más fina y aguda, la mirada de Sherlock Holmes:

La mirada atenta, perspicaz, la "mirada de lince o de Linceo" sabe que la importancia de lo infinitamente minúsculo e incalculable, y que la punta visible del iceberg no es sino una novena parte de todo su volumen invisible. La mirada más viva y penetrante, la que infiere y abduce, es la mirada

La mirada dice sin hablar. Es un lenguaje especial. Un acto, una pragmática. De allí su poder y su carga de seducción. Sin que pronunciemos una palabra, la mirada establece puentes de comunicación, inaugura sentimientos, enciende pasiones. La mirada comunica y comunica ambiguamente. Es misteriosa. Abre y oculta a la vez. Sólo un mirador avisado conoce bien las fases del mirar, sus ciclos, sus tonalidades. La mirada, en su ambigüedad, puede conducir a un lado o a otro; y importancia de las mangas, de los sugerentes que lo que leemos como cerrazón, mirándolo con detenimiento, puede llegar a ser disponibilidad, apertura. Con la mirada nos entregamos o nos guardamos; nos colocamos distantes o nos situamos -sin movemos- al lado, junto a alguien que deseamos. La mirada, entonces, opera como un código en donde cada signo pronuncia palabras inaudibles. Mirar es aprender a auscultar con los ojos.

La mirada es el habla del silencio. Callar es hablar con la mirada. Por eso los mayores dolores, las más grandes felicidades las expresamos con miradas. En silencio. Y ese dicho que afirma que los ojos son la ventana del alma, no hace sino corroborar una idea anterior: la mirada no está en los ojos. Es más que ellos. La mirada sale de nosotros por la ventana de nuestros ojos, alumbra. El cuerpo, solidez de carne, deja entrever un centro de luz cuando abrimos los ojos. Adentro, lo opaco es claridad.

Es nuestro objetivo, como taller, realizar un aporte al papel que juegan la Creatividad y el Juego en la construcción de los nuevos paradigmas en las prácticas cotidianas.

Los seres humanos nos encontramos atrapados en una trama que hemos construido en diferentes campos. La tecnología, la economía, las comunicaciones, constituyen ejemplos que marcan la situación paradojal que debemos abordar y resolver. El mismo avance sobre la naturaleza pone en riesgo la vida del planeta.

La razón de ser de la creatividad es convertirse en una herramienta para construir una nueva perspectiva de la realidad. Es necesario un salto cualitativo que le permita al hombre pensar, sentir y hacer, modificando sustancialmente los resultados para permitir a los otros y permitirse a sí mismo una vida más plena.

La creatividad y el juego son componentes básicos y determinantes de este cambio.

Así como pensamos, así hacemos: percibimos el mundo, tratamos de explicarnos la realidad o intentamos comprendernos a nosotros mismos. Nuestras maneras de pensar y los modelos de pensamiento producidos en los diversos momentos de la historia han terminado por dar forma tanto a nosotros como a nuestro planeta.

Sí se aprende a descubrir qué nos bloquea, por qué y para qué. Se aprende a comprender las condiciones que favorecen u obstaculizan nuestro proceso y producto. Estos aprendizajes contribuyen a formar un Yo más potente, más fuerte para vivir cada circunstancia que la vida nos plantea y poder dar respuestas nuevas a viejos y nuevos problemas o situaciones. Se trata de entrenar todas las posibilidades de despliegue en todas las áreas del quehacer humano.

Creatividad y actitud lúdica no constituyen un lujo o accesorio prescindible en el mundo de hoy. Por el contrario, se requiere de ambas para realizar lecturas pertinentes con el objetivo de abordar, encaminar, generar, articular, resolver. La creatividad está presente tanto en la búsqueda de satisfacción personal como la captación de un nuevo concepto.

El juego está presente en el proceso y producto creativo. Uno de los requisitos para el desarrollo de la creatividad es la presencia de una actitud lúdica frente a los estímulos externos e internos que se presentan. La actitud lúdica contiene la flexibilidad y el fluir, que son a su vez componentes básicos de la creatividad.

La creatividad y la actitud lúdica permiten al ser humano realizar una ruptura con los objetos inmediatos de la percepción y con las concepciones que han regido los caminos de la ciencia y la experiencia. El movimiento de los planetas no cambia; lo que cambia fue la forma conceptual a través de la cual interpretamos la realidad.

Apostamos a la creatividad y la actitud lúdica para cambiar y proyectar un mundo más humano y un hombre más pleno.

La mirada, hemos dicho, también es un lugar. Digamos ahora que hay sitios especiales para que la mirada "goce". La ventana, el balcón, el palco, el mirador, la terraza, el altillo. En todos estos lugares lo que se busca es un sitio privilegiado.

Una fotografía es un ver y un mirar. El trabajo del fotógrafo, lo sabemos, es esculpir con luz. El fotógrafo talla, es decir, mira. Y cada mirada suya esculpe sobre el papel un rasgo, una parte, un ángulo.

Cada fotografía nos recuerda, nos permite reconocer que lo real está hecho de tiempo. Un álbum de fotografías es un cementerio de miradas.

Es que mirar es tanto como conocer. Y el conocimiento no es para todos los ojos, ni puede aprenderse todo de una vez. El mirar es una iniciación. Interdictos y transgresiones nos moldean, nos afinan en el mirar. Mirada y crecimiento van de la mano.Una semiótica de la mirada, es decir, una lectura de la mirada como signo, nos invita a establecer una serie de precisiones. Precisiones que buscan, sobre todo, proponer distinciones y crear diferencias

1. Cara, rostro, máscara

Antes de hablar de la mirada, debemos ubicar primero una zona mucho más amplia que es el rostro. He dicho rostro y no cara, ¿por qué? Establezcamos diferencias. La cara es física, natural; el rostro es una obra humana. El rostro es una construcción.

La cara forma parte del cuerpo; el rostro está prendido a nuestras imágenes. Sabemos de nuestra cara por los demás, pero cuando ellos nos la describen, casi nunca coincide con la que nosotros creemos poseer. Nuestro rostro es una arquitectura. Pensemos en las veces que, mirándonos en un espejo, tratamos de grabar un rasgo, una característica de nuestra cara, pero luego -aunque tratemos- no podemos reconstruirla cabalmente. La cara sólo permanece por la idealización hecha por el rostro. El rostro detiene el fluir de la cara. Y así como el rostro paraliza la acción temporal inherente a la cara, así la máscara detiene, momifica, la metamorfosis del rostro. La máscara es la Gorgona del rostro.

Rostro y máscara. La máscara endurece el gesto. Y de las variables transfiguraciones del rostro sólo guarda una forma, un arquetipo. La máscara tipifica, modeliza; conviene el viento en roca, el agua en lava seca. Ponerse una máscara, fuera de ocultar nuestra cara, es también polarizar cualquier avatar del rostro. Por lo mismo, usar máscara es una estrategia de defensa o de intimidación; las máscaras nos defienden de los dioses o nos convierten en uno de ellos. Si el rostro es contingente y mutable, la máscara es todo lo contrario. De allí su poder ritual y religioso: la máscara evita el gesto, o mejor, detiene el tiempo.

La máscara es lo eterno.

Somos guardianes, guardadores de rostros, no de cuerpos. y cuando reclamamos una presencia, lo que ansiamos es la evidencia de un rostro. Estar presente es tener un rostro. Quizá por ello, ante la mentira, lo monstruoso o la falta, nos cubrimos la cara y, así, cubiertos, construimos el rostro de la vergüenza, el temor o la culpa. Vivimos entre caras; convivimos con rostros

2. Ver, mirar

Valga otra distinción. El ver es natural, inmediato, indeterminado, sin intención; el mirar, en cambio, es cultural, mediato, determinado, intencional. Con el ver se nace; el mirar hay que aprenderlo. El ver depende del ángulo de visión de nuestros ojos, el mirar está en directa relación con nuestra forma de socialización, con la calidad de nuestros imaginarios, con todas las posibilidades de nuestra memoria.

Para el ver, la desnudez; al mirar, el desnudo. En la desnudez se está; al desnudo se llega. He aquí una distinción paralela a la que hay entre placer y goce. El placer, cercano a los órganos; el goce, vecino de la imaginación.

Ver y mirar. El ver busca cosas; el mirar, sentidos. Y si las ciencias naturales han mejorado las limitaciones de nuestro ver, son las ciencias de la cultura las que han conquistado y legitimado las diversas formas de mirar. Ver es reconocer; mirar es admiramos

3. Mirada y símbolo, estética del mirar

El salto de la vista a la mirada es un acto simbólico. Toda mirada configura, da nueva figuración. La mirada es la primera manifestación artística del hombre; un arreglar el mundo. La mirada es ya principío estético.

El hombre abrió los ojos y vió muchos seres, muchas cosas... lo que anhelaba ver y no encontraba, lo que ansiaba tener y no veía, lo convirtió en mirada. Lo hizo obra suya.

Del ver no proviene la belleza; es al mirar a quien le corresponde la gestación, el anhelo de lo perfecto. Las formas artísticas son, de por sí, miradas. Armonía, proporción, equilibrio, son estrategias del mirar; creaciones, símbolos de una antigua batalla entre la especie y la historia; una lucha entre lo dado y lo creado

4. Mirones, miradores

Así como hay una distinción entre ver y mirar, debemos diferenciar entre el mirón y el mirador. El mirón (otros lo llamarán voyeur) es alguien que curiosea. El mirón es el puente entre el ver y el mirar. Un mirón es un ser medianero. Una mirada de primer nivel. El mirador es otra cosa. Un mirador es un sibarita: usa sus ojos para hacer espectacular lo que ve. El mirador convierte, transforma lo inmediato (visto por el mirón) en mediatez; lo obvio en obtuso, diría Barthes. Un mirador dispone, arregla, ilumina, agrega, superpone, maquilla, oscurece, emborrona, se acerca, se aleja... Un mirador de gusta, cata, rumia lo que el mirón traga con premura. Un mirador estudia, tiene un estudio; el mirón -por su afán y su pereza- se contenta con que otros le presten o le hagan la tarea. Un mirón no participa del juego; el mirador es un jugador.

El mirón es morboso; el mirador, erótico. El mirón busca la satisfacción rápida del placer; el mirador la lenta y nunca abarcable piel del goce. Por eso el mirón se aburre con facilidad, y de allí también la necesidad de nuevas cosas para ver; el mirador nunca se cansa de mirar el mismo cuerpo, la misma figura, el mismo rostro. Un mirador descubre nuevos tintes, nuevas formas; otras sombras, otros gestos. El mirador nos revela lo que el mirón apenas reconoce.

Un mirador, además de ser una persona, es un lugar. Como el señor Palomar, ese personaje de Italo Calvino, meticuloso, atento, exquisito; ese explorador de la mirada que podía leer una ola, una estrella, los amores de las tortugas o la piel de las iguanas. El señor Palomar, mirador de la luna de la tarde, la luna que nadie mira y que necesita mirarse "puesto que su existencia está todavía en veremos". El señor Palomar, mirador insigne que, desde una terraza, desliza miradas de pájaro sobre la ciudad:

"La forma verdadera de la ciudad está en ese subir y bajar de los techos, tejas viejas y nuevas, acanaladas y chatas, cumbreras gráciles o pesadas, pérgolas de cañizo y cobertizos de fibrocemento ondulado, barandillas, columnitas que sostienen macetas, albercas de chapa, tragaluces, lumbreras de vidrio, y sobre todas las cosas se alza la arboladura de las antenas de televisión, derechas o torcidas, esmaltadas u oxidadas, en modelos de generaciones sucesivas, diversamente ramificadas y retorcidas y aisladas, pero todas flacas como esqueletos e inquietantes como totems".

5. Mirada flecha, mirada rayo

La mirada es un vector. Una flecha, un rayo. La mirada es algo que uno "lanza" o recibe de otro. Mirar es lanzarse. Cuando la mirada es flecha, juega a la velocidad, al tiempo; cuando es rayo, la mirada es luz, espacio. Rápida como una flecha, coruscante como el rayo. La mirada brilla, resplandece. No sólo traspasa sino que, además, asombra. La mirada es un impacto de luz. Un flechazo que hiere nuestros ojos. Perseguir, dirigir, echar, clavar, tirar, posar, intimidar...son verbos que acompañan la acción de mirar. Es que la mirada posee un doble origen: por ser hija de la flecha es humana, pero, por ser su padre el rayo, es divina. La sangre y el fuego le pertenecen. Por eso, por su calidad de lanza, de saeta, el mirar es un campo de batalla. De una parte se intenta invadir, penetrar con la mirada y, de otra, resistir, aguantar, sostener la mirada. Al mirar entramos en un campo de mirada de fuerzas:

"Y lo miré fijo a los ojos, y él me miró con esos suyos, tan azules y profundos, tan hermosos: los mismos ojos del abuelo Antonio en esa única fotografía que quedó de él, ojos de expresión grave, de sujeto orgulloso, bien portado, hosco y altanero. Ojos de tipo gritón y arisco, desconfiado y autosuficiente... Enrico me miró y yo le sostuve, la mirada y al cabo acomodó los cubiertos sobre el plato sucio y sólo dijo, suavemente y bajando apenas esos ojos impresionantes: 'tenés razón'. Y al cabo de un silencio que era en cierto modo un ruego y a la vez una declaración de principios, agregó: 'hagas lo que hagas, siempre, ésta será tu casa', y después suspiró y yo también y creo que en ese momento nos quisimos más que nunca pero no fuimos capaces de decirlo..."

6. Miradas pesadas, miradas livianas

Si tuviéramos que hacer una taxonomía de la mirada, una clasificación, yo empezaría por una categoría lo suficientemente general. Hay una serie de miradas que quitan la vida y otras que la restituyen. Miradas que matan; miradas que alientan. Las que matan y sus diversidades, están hechas de plomo. Pesan. Dan pesares. Son miradas duras y duraderas. Miradas que aplastan, imposibilitan, encarcelan, intimidan o nos dejan ciegos. La otra clase de miradas son las que vivifican, las que nos dan un nuevo aire, una esperanza. Miradas livianas éstas, imperceptibles, sutiles. Miradas que son como aire, como brisa; miradas aladas, miradas liberadoras y liberatorias.

Valga de paso una aclaración. La mirada puede dársenos como premio o como castigo. Lo que en Narciso, por ejemplo, era mirada gratificante, fue luego, mirada terrible, dolorosa. La levedad de una mirada compasiva, si es falsa, puede convertirse en humillación. Y la pesadez de la mirada de odio, parece de aire, cuando se torna perdón. Pesadez y levedad dicen de la
mirada su constancia y su ritmo, su frecuencia y sus intervalos. La mirada, flecha de luz, sabe que ella contiene la posibilidad de la sonrisa o el llanto.

La mirada y sus taxonomías. Milan Kundera escribe: "sería posible dividimos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir. La primera categoría anhela la mirada de una cantidad de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público... La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos... Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada... Y hay también una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de las personas ausentes. Son los soñadores..."

7. Firmeza y torpeza en el mirar

Miramos desde lo que somos. "Todo es según el color del cristal con que se mira", dice un adagio. Es imposible, por lo mismo, encontrar sentidos fuera, si no los hay primero dentro de nosotros. Un ritmo pictórico, una forma exquisita, un gesto imperceptible, no cobran sentido sin un ojo educado, sin un ojo cuidadoso capaz de mirarlos: "un ángel sólo puede estar en la mirada de quien lo descubre". Digamos que hay grados en la mirada; desde la más obvia, la más cercana al mero ejercicio de ver, hasta la más fina y aguda, la mirada de Sherlock Holmes:

"- Me pareció que observa usted en ella muchas cosas que eran completamente invisibles para mi.

-Invisibles, no Watson, sino inobservables. Usted no supo mirar, y por eso se le pasó por alto lo importante. No consigo convencerle de la son las uñas de los pulgares, de los problemas que se solucionan por un cordón de los zapatos... Nunca confié en las impresiones generales, amigo, concéntrese en los detalles".

La mirada atenta, perspicaz, la "mirada de lince o de Linceo" sabe que la importancia de lo infinitamente minúsculo e incalculable, y que la punta visible del iceberg no es sino una novena parte de todo su volumen invisible. La mirada más viva y penetrante, la que infiere y abduce, es la mirada policíaca.


8. Silencios que miran, miradas que hablan

La mirada dice sin hablar. Es un lenguaje especial. Un acto, una pragmática. De allí su poder y su carga de seducción. Sin que pronunciemos una palabra, la mirada establece puentes de comunicación, inaugura sentimientos, enciende pasiones. La mirada comunica y comunica ambiguamente. Es misteriosa. Abre y oculta a la vez. Sólo un mirador avisado conoce bien las fases del mirar, sus ciclos, sus tonalidades. La mirada, en su ambigüedad, puede conducir a un lado o a otro; y importancia de las mangas, de los sugerentes que lo que leemos como cerrazón, mirándolo con detenimiento, puede llegar a ser disponibilidad, apertura. Con la mirada nos entregamos o nos guardamos; nos colocamos distantes o nos situamos -sin movemos- al lado, junto a alguien que deseamos. La mirada, entonces, opera como un código en donde cada signo pronuncia palabras inaudibles. Mirar es aprender a auscultar con los ojos.

La mirada es el habla del silencio. Callar es hablar con la mirada. Por eso los mayores dolores, las más grandes felicidades las expresamos con miradas. En silencio. Y ese dicho que afirma que los ojos son la ventana del alma, no hace sino corroborar una idea anterior: la mirada no está en los ojos. Es más que ellos. La mirada sale de nosotros por la ventana de nuestros ojos, alumbra. El cuerpo, solidez de carne, deja entrever un centro de luz cuando abrimos los ojos. Adentro, lo opaco es claridad.

9. El poder de la mirada, la mirada del poder

La mirada es un dominio. Ser mirado es estar expuesto. Mirada y desnudez son polos de un mismo acto. Cuando miramos develamos o desvelamos: quitamos los velos o el sueño. Ser objeto de mirada es como andar desnudo. Cuando alguien nos mira ejecuta en nosotros una expoliación.

Pensemos que buena parte de la "urbanidad de la mirada" estriba en ese no desnudar de una vez, en mirar con cierto disimulo, en mirar discretamente. Y en esa misma urbanidad del mirar se inscriben también el pudor y la perversión.

La mirada, hemos dicho, también es un lugar. Digamos ahora que hay sitios especiales para que la mirada "goce". La ventana, el balcón, el palco, el mirador, la terraza, el altillo. En todos estos lugares lo que se busca es un sitio privilegiado.

Un lugar excepcional, entre otras cosas, por estar en lo alto. Arriba. Tal deseo de querer mirar por encima, abarcando la mayor parte posible, puede ayudarnos a entender la fascinación del hombre por los tronos, los pedestales, las tribunas. Son innumerables las relaciones que hay entre mirada y poder. Desde lo alto logramos mirar todo o casi todo. A la par que nos hacemos menos tocables, podemos controlar, dominar con nuestra mirada. Superioridad e inferioridad son coordenadas del mirar.

Digamos de paso que cuando otro nos mira en totalidad consigue un poder omnímodo sobre nosotros. De pronto sea esa la razón por la cual nos desnudamos en la penumbra; para que el otro no posea sino fragmentos de nuestra piel. Quizás ese sea el encanto del claroscuro: dejar ver y ocultar al mismo tiempo. A lo mejor el acierto de algunos desnudos consiste en el manejo de la sombra -siempre pudorosa- que se resiste a la mirada total de la luz.


10. Memoria de la mirada, la mirada fotográfica

Una fotografía es un ver y un mirar. Como resultado del ojo mecánico o electrónico, participa de las mismas características del ver humano. En cuanto que el fotógrafo la elige, la delimita, la selecciona, la encuadra, la revela, la fotografía es un mirar. Mecánica y tacto; química e imaginación la forman, la conforman. Una parte de la fotografía (la lente) es limitación; la otra (el mirador) es horizonte ilimitado.

Fotografiar es solidificar. La fotografía es máscara. Máscara en cuanto detención definitiva de lo virtual, de lo discursivo de la vida. La mirada del fotógrafo es la mirada de Medusa. Detener, retener, convertir en piedra. El trabajo del fotógrafo, lo sabemos, es esculpir con luz. El fotógrafo talla, es decir, mira. Y cada mirada suya esculpe sobre el papel un rasgo, una parte, un ángulo. Medusa que repite "Mírame"... y, al mirar al fotógrafo, él nos fija. Para siempre.

Una fotografía es la memoria de la mirada. El fotógrafo nos revela. Nos revela la evidencia de ser seres temporales. Cada fotografía nos recuerda, nos permite reconocer que lo real está hecho de tiempo. Un álbum de fotografías es un cementerio de miradas.

11. Basilisco, Medusa, los monstruos mirantes

El monstruo es un símbolo de nuestra intimidad, de nuestra profunda memoria psicológica. El monstruo es nuestro doble. Un "otro", una segunda piel, una zona difícilmente cognoscible. Opaca, oscura, múltiple, inconexa, fragmentaria. Un monstruo no hace sino recoger esa suma de características y darles una corporeidad, una figura, una representación visible. De allí la cantidad de brazos, la heterogeneidad de órganos, la unión de partes contradictorias; de allí esa recurrencia a los mil ojos. O el ojo que mata, o el ojo que petrifica. El monstruo es un símbolo de lo que ansiamos ver pero que no podemos mirar. Y, si miramos, debemos morir.

Hagamos memoria: un ave reptil que mataba envenenando con su mirada; un ser alado, con escamas, con grandes dientes y con serpientes por cabellos, capaz de volver piedra lo que miraba. Basilisco y Medusa. O los ojos centellantes que envenenan el aire; los ojos del basilisco "qué sólo mediante su mirada mata, sin curación alguna, a aquellos quienes mira primero, pues el veneno que les arroja los emponzoña hasta el corazón". O el rostro tan feo de Medusa que "quien lo mira queda petrificado por el terror". En ambos casos, encontrarse frente a frente con el monstruo, mirarlo, es tanto como fallecer. Y la única salida, la única salvación, es seguir de cerca los consejos de Minerva a Perseo: "una vez que llegues delante del monstruo, míralo con el espejo, cuidando de no mirar en otro lado al espeluznante rostro". El espejo es el amuleto, lo que mata el monstruo. Hermosa imagen para decir o simbolizar el recorrido oblicuo, transversal, de llegar a nuestro interior. Es a través de un "tercero" como logramos conocer, mirar, las zonas más espantosas de nosotros mismos. Sólo con un espejo podemos "detener", fijar, nuestro lado oscuro. Y, ya hecho máscara, entonces, hacerlo nuestro. Aceptarlo.

El monstruo muere cuando se reconoce. Salir de la monstruosidad es una tarea de anagnórisis. Somos abisales; es un enorme y laberíntica selva submarina la que alberga nuestros monstruos: pasiones, pulsiones, fantasías; grifos y serpientes, quimeras y demonios; esfinges, dragones, bestias, vampiros... A lo mejor, todo monstruo desea emerger y, de pronto, para encontramos con algunos de ellos, tenemos que sumergimos en nuestras aguas más insondables. Si el monstruo emerge, y no estamos prevenidos, moriremos. Pero si contamos con un espejo -el "espejo de la verdad", dice Paul Diel- seguramente traeremos a tierra la cabeza de uno de nuestros monstruos. Ya en la playa podremos contemplarlo en plenitud, mirarlo detenidamente. "Ese también soy yo", diremos. Y podremos ponerlo como enseña en nuestro pecho; sí, como un escudo protector.

12. Mirada y moral, las miradas prohibidas

Orfeo pudo conquistar la felicidad siempre y cuando no hubiera vuelto la mirada; la esposa de Lot se habría salvado, si no hubiera mirado hacia atrás; Moisés no debía mirar la zarza ardiendo; algunas leyendas hablan del precio que se paga por ver el monstruo: descuartizamiento o pérdida de la vida. En buena parte de Occidente cerramos los párpados de nuestros muertos para que no miren, para que su mirada fija, impasible, no nos atemorice... No debemos mirar a nuestra madre desnuda, Edipo; no debemos mirar dentro de lo sagrado, tabú... La mirada abarca a toda la cultura. Cada pueblo posee sus propias reglas, sus prohibiciones sobre o alrededor de la mirada.

Es que mirar es tanto como conocer. Y el conocimiento no es para todos los ojos, ni puede aprenderse todo de una vez. El mirar es una iniciación. Interdictos y transgresiones nos moldean, nos afinan en el mirar. Mirada y crecimiento van de la mano: "no debes mirar, ya puedes mirar". Aquí, lo erótico, permitido; allá, lo pornográfico, prohibido. Aquí la insinuación de las formas, permisivo; allá el realismo de los órganos, agresivo. Sobre la mirada se legisla; las morales y los credos la convierten en su comodín: "si miras, te condenas; si no miras, te salvarás"

13. La mirada amorosa, la mirada que siembra

Tomas Segovia escribe que "los amantes se miran a los ojos, un punto antes de que el amor los vea", y Pedro Salinas dice: "lo que se ha mirado así, día a día, enamorándolo, nunca se pierde, porque ya está enamorado". Son infinitos los versos, los poemas dedicados a la mirada, más en todos ellos, por lo general, la mirada que se canta es la mirada del amor. "Pues el mirar es sólo la forma en que persiste el antiguo deseo", comentaba Luis Cernuda. "Tal vez amar es aprender a mirar... Las miradas son semillas; mirar es sembrar", nos lo ha repetido Octavio Paz.

La mirada amorosa, sobre todo, siempre, inventa, puebla mundo: "sabemos posar un beso como una mirada / plantar miradas como árboles". Esa mirada amorosa, gestora, es la misma mirada capaz de otorgar un ser, un nombre: "de mirarte tanto y tanto / del horizonte a la arena, / despacio / del caracol al celaje, / brillo a brillo, pasmo a pasmo,/ te ha dado nombre: los ojos / te lo encontraron, mirándote..." La mirada amorosa insufla nueva vida; da u otorga fuerza: "es bajo tu mirada donde nunca zozobro;/ es bajo tus miradas tranquilas donde cobro / propiedades de agua...". La mirada amorosa vivifica.

Además de instaurar un territorio de vida, la mirada amorosa también revela a los amantes. Pone al descubierto secretos, ansiedades. Es el lenguaje de las más profundas confidencias: "dice tu mirada / que de noche, a solas / suspiras y dices en la sombra / las terribles cosas..." Más esta revelación de la mirada amorosa es un misterio: esconde a la par que muestra. Seduce: "en tus ojos, un misterio; / en tus labios, un enigma./ Y yo, fijo en tu mirada/y extasiado en tus sonrisas". La mirada amorosa, entonces, es la mirada que reconoce en el silencio las secretas palabras del deseo.

La mirada amorosa, la que al mirar presiente paraísos, otea sueños, descubre frescas aguas, es la mirada cantada una y otra vez por Dante: "y si alzo los ojos para miraros, se inicia en mi corazón un estremecimiento que hace que el alma se separe de los pulsos". Mirada amorosa llena de ansiedad, de susto, de angustia. Mirada esquiva, a veces; desafiante, otras. Mirada provocativa, incitante, excitante. Mirada de los indicios. Con ella reclamamos, nos reconciliamos o nos decimos adiós: " ¿por qué no despedirse de frente, sí, de frente, ir paso a paso atrás, pero mirándose, de modo que la última imagen de nosotros fuera siempre la de unos ojos que aunque ya no ven siguen mirando siempre a lo que quieren"?

La mirada amorosa es la más bella de las miradas porque permite reconocemos. Porque es la mirada que otorga un rostro a nuestro cuerpo; porque es la mirada que nos salva de la soledad y del olvido. Así sea, momentáneamente.

14. El grano del mirar, bifrontalidad de la mirada

Lo mejor de la mirada, su destello; lo peor, su fulgor. Espontaneidad y saturación constituyen el grano del mirar. La mirada inesperada, gratuita, nos atrae; la mirada previsible, rutinaria, nos repele. Nos fascinan las miradas esbozadas, sin terminar; nos fastidian las miradas acabadas, concluidas. Las miradas privadas, cautivan; las miradas públicas, ofenden.

"La mirada acaricia Fijándose y desdeña Apartándose", escribió Luis Cemuda. El mirar da o no ofrece privilegios. La mirada puede otorgamos un nombre o dejamos en el anonimato. Caricia cuando somos elegidos; desdén, si nadie nos elige.

El mirar es bifronte. Uno de sus flancos contiene las anunciaciones; otro, las renuncias. U no de sus frentes es abundancia de presencias; otro, escasez, carencia. La mirada es bifronte: o es mapa o laberinto. La mirada puede indicamos el camino a la ternura o dejamos en la intemperie del abandono... Amos y esclavos somos del mirar... "¡Mírame, no dejes de mirarme!. No. ¡Ya no me mires, no quiero tu mirada!. Insisto. ¡Mírame, o ya no merezco que me mires!... ¡Mírame!

15. La mirada y el espejo, el autorretrato

Mirarnos. Ver un espejo y reconstruir la mirada de nuestro ser. Decimos: ese soy yo. ¿Cuál era el afán de van Gogh que motivó tantos autorretratos? ¿Cuál era la causa de tal insistencia? Rembrandt también fue un obsesivo. Y Darío Morales, al final de sus días. Hacerse una serie de autorretratos. ¿Para qué? ¿Qué hay de diferente en nuestro rostro de un día a otro, de un mes a otro mes? Qué hay de distinto, para que pueda ser mirado. Quizás la mirada más compleja, la mirada que muy pocos podemos proponernos como tarea sea la de indagar el lento cambio de nuestro rostro. Su aparición y desmoronamiento. Un rostro es un paisaje. Y, al igual que la naturaleza, va asumiendo nuevos pliegues, nuevas manifestaciones. Nuestro rostro cambia como varía la tierra, imperceptiblemente. Nuestro rostro es otra geografía: invisible. De allí que la insistencia en el autorretrato sea el oficio de aquellos trabajadores del mirar, de los topógrafos, de lo orógrafos del tiempo. Recordémoslo: ese rostro que vemos igual cada día, no es el rostro de ayer, ni mucho menos el rostro de mañana. Repitámoslo: más allá del ver está el mirar; más allá del espejo está el tiempo.

José Luis Cuevas hace un autorretrato y José Emilio Pachecho le canta: "aquí me miro ajeno/ me desdoblo / para mirarme como miro a otro/ lentamente mis ojos desde dentro/ miran con otros ojos la mirada / que se traduce en líneas y en espacios. Mi desolado tema es ver qué hace la vida / con la materia humanal cómo el tiempo/ que es invisible / va encarnando espeso / y escribiendo su historia inapelable / en la página blanca que es el rostro..."

16. La mirada imposible, la mirada vacía

Cómo quisiéramos entrar en la muerte con los ojos abiertos, así como soñaba Adriano, el personaje de la novela de Marguerite Yourcenar; cómo no mirar ese último paisaje de la vida. Poder mirar la propia muerte. Sin embargo, esa es la mirada imposible. La no mirada. Quiero que se me entienda bien, la mirada imposible no porque falten los ojos, sino porque ya no hay tiempo en nuestras venas. Somos mirada en tanto transcurrimos; después, el silencio de los ojos. Mutismo de la mirada. La mirada del morir es el espejo de la mirada. Cambiamos de ruta y empezamos a miramos, a mirar hacia dentro. Eso lo intuimos, lo imaginamos. Entonces, ¿por qué esa mirada es imposible? Porque ya no nos sirven los ojos de este mundo, porque tenemos que cambiar de miradores.

Sabemos que en el sueño miramos, pero lo sabemos porque despertamos. En la mirada del morir, en cambio, no hay despenar. Sólo fijeza, máscara. Disparo hacia dentro, luz que apaga un resplandor. Mirada vacía de mirada.




Fotoreportaje

Periodismo fotográfico, periodismo gráfico, fotoperiodismo o reportaje gráfico1 es un género del periodismo que tiene que ver directamente con la fotografía, el diseño gráfico y el vídeo. Los periodistas que se dedican a este género son conocidos por lo general como reporteros gráficos o fotoperiodistas y en su mayoría son fotógrafos versados en el arte. El desarrollo del periodismo gráfico puede rastrearse desde los mismos inicios del desarrollo de la fotografía y tiene una notable relación con la fotografía artística. La primera vez que un periódico utilizó una fotografía lo hizo en 1880 el Daily Graphic de Nueva York2 y desde entonces el periodismo ha integrado la imagen como medio objetivo y representativo de un hecho.

Paradójicamente el desarrollo de la fotografía periodística se ha presentado especialmente en los conflictos políticos de los diferentes países o en las confrontaciones bélicas. El papel de los fotoperiodistas ha sido vital para registrar la historia de acontecimientos como la Guerra Civil Española, la Guerra de la Triple Alianza, la Guerra Hispano-Estadounidense, la Guerra de Vietnam y las dos guerras mundiales, entre muchas otras confrontaciones bélicas. Precisamente la denominada edad dorada del fotoperiodismo (1930 - 1950) coincide con la II Guerra Mundial, tiempo en el cual se dio un notable avance tecnológico de la fotografía de guerra.

Con el desarrollo de las técnicas de impresión gracias a la invención de la impresora Offset, la fotografía periodística alcanzó mejores niveles de calidad en las publicaciones impresas. Por su parte, la incursión de las nuevas tecnologías como el Internet causó una nueva etapa del periodismo a nivel global con lo que se conoce como periodismo digital el cual afectaría muy especialmente al fotoperiodismo. Grandes acontecimientos que inauguraron el siglo XXI como los atentados del 11 de septiembre de 2001, la invasión de Iraq de 2003 y el Tsunamí del Océano Índico de 2004, entre otros, generaron una notable cantidad de información visual en la que tuvieron que ver las nuevas tecnologías en manos de aficionados, lo que ha llevado a algunos observadores a hablar de "crisis del periodismo" y a otros a señalar el inicio de una nueva era en el oficio de la información.

FOTOREPORTAJE DE LAS FARC: NARCO-TERRORISMO EN COLOMBIA

Mensaje por El Compañero el Sáb Ene 12, 2008 2:09 am
LAS FUERZAS ARMADAS REVOLUCIONARIAS DE COLOMBIA (FARC)


A la izquierda el lider y fundador de las FARC, Manuel Marulanda (Tirofijo). A la derecha, Jorge Briceno, alias el Mono Jojoy (Segun el DAS de Colombia ese es el supuesto actual lider de las FARC) y con amplia de ser uno de los mas despiadados y brutales asesinos de dicha organización criminal.

DATOS GENERALES
Formada en 1964

NUMERO DE INTEGRANTES:
Antes del Gobierno de Alvaro Uribe y durante el tragico error de la Zona de Despeje en San Vicente del Caguan, bajo el gobierno de Pastrana, las FARC contaban con 16,900 terroristas sobre las armas. Luego de mucho plomo y fortalecimiento del Ejercito bajo la politica de Seguridad Democratica de Alvaro Uribe el grupo ha sido reducido a casi la mitad. Hoy dia cuenta con 8,900 efectivos.
Ultimo ataque, Deciembre del 2007

FUENTES FINANCIERAS
El Trafico y la produccion de Drogas, el secuestro y la extorcion.
De acuerdo al Sistema de Monitoreo Satelital de la Organización de las Naciones Unidas (Simci) las FARC producen cerca de 510 toneladas de cocaína anualmente.

APOYO HISTORICO DEL GOBIERNO DE CUBA A LAS FARC
Datos presentados el 14 de Enero del 2008 por Luis Dominguez y Delfin Fernandez en el programa de Maria Elvira en Mega TV apuntan a que miembros de las FARC fueron entrenados en Cuba en lo que un dia fue el 'Punto Cero' en Brisas del Mar, cerca de la palaya de Guanabo, lugar donde fueron entrenados muchos otros grupos armados violentos de Centro, Sur America y el Medio Oriente.

LIDERES
Manuel Marulanda (Tirofijo - Fundador y Lider de las FARC. El "guerrillero" o "terrorista" en vida mas viejo del mundo. Tiene mas de 80 años)
Arango, Luciano Marin
Briceño Suárez, Jorge
Granda, Rodrigo (Liberado por error. Se esconde actualmente en Venezuela)
Guzmán, Noel Mata Mata
Jiménez, Rodrigo Londoño Echeverry
Marín, Pedro Antonio
Palerma, Ricardo
Silva, Luis Edgar Devia
Vargas, Guillermo Leon Saenz

BASE DE OPERACIONES
Colombia.

OBJETIVOS
La historia ha demostrado que este grupo es carente de toda ideologia. Su objetivo central es el cultivo manual y la produccion de la coca para trafico de cocaina. Su capital politico fundamental son sus 500 rehenes, hombres, mujeres y niños despojados de su condicion humana y convertidos en esclavos sometidos a condiciones denigrantes en Campos Clandestinos en la Selva Colombiana. Los fondos del secuestro son su segunda fuente de ingresos. Su objetivo central es el dominio territorial de zonas en Colombia para proteger el cultivo de la droga. Tienen vinculos estrechos con los carteles de la droga colombiana.

ASESINATOS (DATOS QUE FUNDAMENTALMENTE VINCULAN INCIDENTES CON CIUDADANOS NO COLOMBIANOS)
695 asesinados y 1373 heridos.

SECUESTRADOS
750

FUENTES:
Revista Cambio
Reporte de 149 paginas sobre las FARC de Colombia producido por la Unidad de Informacion y Directorio Nacional del Reino Unido
http://www.asylumlaw.org/docs/colombia/ind0402_colombia_ca.pdf
Dicho reporte es basado en una extensa compilacion de fuentes, tales como:
Anmistia Internacional del Reino Unido,
Fundacion Medica para el Cuidado de Victimas de Tortura
Base de Datos del Terrorismo Global
Alto Comisionado de las Naciones Unidaspara Refugiados,
Agencia Reuters
Agencia EFE
The New York Times
BBC Monitoring Services
Caracol Colombia
La Agencia Noticiosa Xinhua
Los Angeles Times


Última edición por el Mar Ene 15, 2008 2:31 am, editado 4 veces

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EL RECLUTAMIENTO Y ABUSO DE MENORES EN GRUPOS TERRORISTAS

Mensaje por El Compañero el Sáb Ene 12, 2008 2:22 am
LAS FARC Y EL USO REPUDIABLE DE MENORES DE EDAD

Los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario prohiben la participación de menores de edad en los conflictos de acuerdo a lo establecido por la Convención Internacional de Derechos Humanos, con los protocolos adicionales I y II de los acuerdos de Ginebra de 1949 y con las resoluciones y declaraciones de la Asamblea General de la Naciones Unidas.

El reclutamiento de menores de edad por los grupos narco-terroristas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - FARC y Ejército de Liberación Nacional - ELN , es una seria violación de los Derechos Humanos y una infracción al Derecho Internacional Humanitario."











Este niño colombiano fue muerto en un ataque terrorista de las FARC a una población de Colombia.